8 Años Buscando la Verdad
porHola, mi nombre es Joaquín Fenollar. Soy de Gandia, Valencia, España.
He decidido levantar mi voz para expresar algo que me preocupa con respecto a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a veces llamada la iglesia de los mormones.
Si yo quisiera conocerte a ti y saber algo que es correcto o verdadero sobre ti, sobre tu vida o tus creencias, es obvio que pedería esta información a alguien que te conozca muy bien, quizás a tus padres o hermanos o tus mejores amigos. Por supuesto que sería absurdo pedir información sobre ti a aquellos que saben muy poco de ti o a personas que solo han escuchado rumores o chismes negativos sobre ti o pedir información a personas que no te aprecian o buscan hacerte daño.
En función de que yo conozco bastante bien la iglesia de los mormones, me gustaría compartir contigo algunas experiencias reales que he vivido y que revelan mucho sobre los llamados mormones.
Desde que nací fuí católico por tradición, pues esta era la fe predominante en mi país, y el estado no concedía la libertad religiosa. Aunque nos considerabamos católicos, ni mi familia ni yo participabamos activamente en la religión católica, solo en los eventos sociales más comunes: bodas, comuniones, entierros y bautizos. Sin embargo, yo tenía algunos sentimientos especiales en mi interior de que en verdad podría ser cierto que Dios existiera. Pasó el tiempo y a la edad de 20 años, empecé a sentirme realmente inquieto por descubrir cual era el propósito de esta vida: ¿Existe Dios? ¿Quién es? ¿Dónde está? ¿Porqué tanto sufrimiento en el mundo? ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Por qué en la naturaleza hay tanta harmonía y sin embargo los seres humanos nos comportamos tan diferentemente y a veces con maldad y malas intenciones hacia otros?…
Movido por estas inquietudes e interés en encontrar respuestas a mis preguntas, durante muchos años he aprendido y me he involucrado activamente en diferentes religiones, doctrinas y filosofías de vida. A los 25 años de edad me consideraba agnóstico. No podía decir que era ateo porque no tenía pruebas de que Dios no existiera, y cada vez que me veía en un gran apuro, algo dentro de mi me llevaba a dirigirme a Dios para pedir su ayuda.
Estas religiones o filosofías de vida en las que participé activamente incluían filosofías y creencias occidentales y orientales. A pesar de que muchas de estas denominaciones tenían principios muy buenos, ninguna de ellas me satisfacía con la plenitud que yo sentía tenía que ser satisfecho. Yo estaba buscando algo concreto y certero, un conocimiento específico. Quería estar 100% seguro de que había encontrado las verdades que explican la razón por la que estamos en esta tierra y principios puros que expliquen cómo los seres humanos debieran regir sus vidas, porque hasta esta etapa de mi vida, en mi corazón podía percibir que muchas de las conductas de los humanos en diferentes regiones del mundo eran incorrectas y yo no estaba exento de algunas de estas conductas incorrectas.
Siempre he intentado dar lo mejor de mi y así poder ser 100% honesto conmigo mismo. También he buscado seguir aquello bueno que sentía en mi corazón y aquellas impresiones que traían paz a mi alma y mente. Con el tiempo tuve algunas experiencias que me acercaron de nuevo al cristianismo. Hice amistad con muchos religiosos, entre ellos había un grupo de sacerdotes católicos de los cuales me hice muy amigo. Un tiempo después de conocerlos y tras recibir su aprobación, decidí mudarme a vivir con ellos. Ellos eran parte de una rama u orden de la iglesia católica llamada hermanos de san juan de Dios. ¡una gente maravillosa! Su vida de servicio y dedicación al prójimo (al enfermo y necesitado) me impresionó mucho. Yo me daba cuenta de que su labor era muy buena y yo también quería ayudar a personas necesitadas, y pensé que al convivir con ellos podría encontrar las respuestas que estaba buscando. Una vez con ellos vi que vivian muchos principios maravillosos y me parecían un gran ejemplo. Sin embargo, tras haber convivido con ellos por algún tiempo y haber hecho un retiro espiritual de varios días en solitario en medio de las montañas, descubrí que, a pesar de que vivian buenos principios de vida cristiana, no tenían un consenso claro y respuestas coherentes a mis preguntas: ¿Quién y cómo es Dios? ¿Y Cristo? ¿Viven? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿De dónde venimos y a dónde nos dirigimos después de morir? De alguna manera, yo sabía en mi corazón que en algún lugar podría encontrar las respuestas a mis preguntas, pero me dí cuenta que no sería aquí, con estos amigos tan buenos.
Así que volví a mi casa. Los hermanos y yo seguimos siendo buenos amigos y en contacto.
Durante el verano de 1994, me presentaron a una de las personas más increibles que nunca haya conocido. Su nombre era julio martínez, un señor bajito, con una larga cabellera y barba blancas. Un buen hombre muy saludable, con un gran sentido del humor, y muy estable emocional, mental y espiritualmente. Era un verdadero filósofo de buenos principios que llevaba a la práctica todo lo que predicaba. Él tenía 84 años cuando le conocí. El Señor julio pasó por todo tipo de experiencias durante su vida, algunas muy duras. Por ejemplo, a pesar de que no era capaz de matar una mosca, tras la guerra civil española lo encerraron en un campo de concentración durante varios años debido a sus ideales políticos. Julio padecía una fuerte psoriasis congénita de la que llegó a curarse a sí mismo gracias a su perseverancia y fe en el poder curativo de la naturaleza (cuando todos los médicos especialistas del momento le dijeron que no había cura). Otras pruebas fueron que su esposa falleció mucho antes que él y paso de ser un hombre en una situación financiera buena a ser destituido de todo lo que tenía cuando el gobierno embargo el negocio textil familiar durante un tiempo de crisis económica.como parte de su estilo saludable de vida a julio le encantaba hacer yoga, y largos paseos a diario por las montañas o la playa. El se declaraba a sí mismo ateo. No creía en religiones ni en Dios. Se podría decir que si había un Dios, para julio, Dios era la naturaleza, la energía, la materia cambiante en el universo y otras ideas interesantes pero difíciles de comprender.
Julio y yo llegamos a ser mejores amigos, aunque yo era 60 años más jóven. Después de cuatro años de amistad, julio volvió una vez más a mi ciudad para pasar el verano, como cada año. Esta vez julio compartió algo conmigo que yo nunca me hubiera esperado. Me dijo: “Joaquín, me he hecho cristiano”. Asombrado me llevé las manos sobre la cabeza. No podía creerlo. Nunca había mostrado simpatía por ninguna religión o sobre el concepto de Dios o Cristo… Y el era un hombre feliz al que no le hacía falta nada. Por el contrario siempre decía, me sobra todo. Pero de alguna manera, según me dijo, había tenido una experiencia realmente sagrada después de haber hablado con una chica llamada maricarmen y dos hermanas misioneras americanas de una iglesia. Julio me dijo con gran firmeza que ahora él sabía que Dios vive y la iglesia verdadera de Dios estaba nuevamente sobre la tierra. Entonces me dijo que se había bautizado en una iglesia llamada la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, también comúnmente conocida como la iglesia de los mormones. Me invitó varias veces a asistir a sus reuniones en la capilla de gandía, y tambíen me invitó a leer la revista de la iglesia, la liahona. Siempre le dí negativas a sus invitaciones pues yo pensé que yo también estaba en el camino correcto en mi búsqueda de la verdad y yo no pensaba que esa iglesia tuviera las respuestas que yo buscaba. Sin embargo, si yo era 100% honesto conmigo mismo, aún no había encontrado la verdad que buscaba… Quizás algunos principios verdaderos, pero no los fundamentos principales. Con el tiempo me di cuenta, no obstante, que su bondad, humildad y amor por la gente iba creciendo. Tenía un brillo especial en su rostro y ojos que no tenía antes. A pesar de esta diferencia ideológica seguimos siendo buenos amigos y pasando tiempo juntos. Ambos nos respetabamos en cuanto a nuestras creencias.
Meses después, yo me encontraba en la quietud de mi casa escribiendo en mi diario personal. Escribía sobre mis inquietudes y sobre Dios y tube la impresión de escribir una frase poco común que daría pie a grandes cambios en mi vida. La frase era la siguiente: “ y ahora sé que Dios vive ” Al escribirla tuve un conocimiento certero, o un 100% de certeza y convicción en mi corazón y mente, en una forma que nunca había experimentado con anterioridad en toda mi vida, de que, efectivamente, Dios vivía, y era un ser real y personal, un ser que sabía de mí y de mis inquietudes. Lágrimas corrieron por mis mejillas al experimentar aquel fuerte sentimiento el cual me llevó a sentir gran gratitud y paz. Esta fue una experiencia muy sagrada y especial para mi. Al comentarla con mi hermano mayor me dijo que el habia tenido un sentimiento como el que yo le había descrito un par de veces en su vida, al sostener en sus brazos a si primer hijo tras nacer y luego unos años después al sostener a su hija.
Unas semanas más tarde vi a dos misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días caminando por una calle de mi ciudad (en gandia, españa). Sentí que debía pararlos y así lo hice, me acerqué a ellos y los paré para poder exponerles mis preguntas. Platicamos por mucho tiempo y las respuestas que de ellos recibí a mis preguntas trajeron una maravillosa sensación de paz a mi corazón, pensé que todas sus respuestas tenían gran sentido y lo más importante, sentía gran paz mientras dialogaba con ellos.
Unos días más tarde, temprano en la mañana, me encontré con ellos de nuevo, esta vez en la ladera de una montaña en una ciudad llamada alcoy. Para esa ocasión un buen amigo mío, ex-compañero de la universidad también vino conmigo, su nombre, txus. Él tambíen tenía algunas preguntas que hacer a los misioneros. En ese entonces, mi amigo y yo teníamos 27 años.
Esa mañana que fuí a la montaña, si alguien me hubiera ofrecido una fortuna de dinero o por así decirlo, todas las riquezas del planeta a cambio de unirme o bautizarme en la iglesia de aquellos misioneros o en cualquier otra iglesia o unirme a cualquier grupo o filosofía, habría dicho que “no”. Porque después de tantos años de investigación, de frustraciones y de buscar la verdad, yo estaba decidido a encontrarla y no la cambiaría por sucedáneos o verdades a medias, siempre salpicadas de confusión. Y si estaba determinado a que si el momento de hallar la verdad llegaba, sin duda que la aceptaría y la viviría lo mejor que pudiera. Yo sabía que el dinero no podía comprar o traer esa verdad y también empezaba a darme cuenta de que ni el conocimiento ni la racionalización procedente de hombres educados o instruidos en cuanto a las cosas del mundo tampoco me llevaría a la verdad que yo buscaba. Esta tendría que venir por una fuente superior al hombre. En este caso, de ese Dios que yo ya sabía que existía.
Pues bien, esa misma mañana, más tarde, mientras estábamos hablando con los misioneros, uno de ellos me miro a los ojos y me dijo: “Joaquín, porque el Señor jesúcristo sufrió y murió por todos nosotros… “. Una vez más, yo sabía que esas palabras procedentes de la boca de aquel misionero eran verdaderas. Ese día, el 20 de agosto de 1998, recibí un testimonio por el poder del Espíritu Santo, de la misma manera en que llegué a saber que Dios vive semanas antes. Esta vez supe que jesús es el Cristo, el hijo del Dios viviente y que en verdad el sufrió y murió por todos nosotros. También llegué a saber que José Smith fue en verdad un profeta de Dios llamado por Dios y Jesucristo para restaurar de nuevo el evangelio o iglesia de Jesucristo sobre la tierra y también supe en mi corazón que aquellos misioneros en verdad venían en el nombre del Señor para dar testimonio de estas verdades.
Unos días después, el 29 de agosto de 1998 me bauticé. Hace casi ya 10 años. Mi amigo txus y la mayoría de miembros de su familia también se bautizaron. Fui a la playa a buscar a julio y después de recorrer la playa un buen rato, lo encontré. Cuando le dije a julio que me iba a bautizar, me escuchó atentamente, me miró con su brillante mirada y él con una sonrisa y yo con lágrimas en mis ojos nos fundimos en un abrazo a la vez que él me dijo: “Me alegro. Has tomado la decisión correcta. No te preocupes de nada”. Yo también sabía que era la mejor decisión que había tomado nunca en toda mi vida.
Así pues, como puedes ver soy miembro de esta gran familia que se extiende por más de 160 países llamada la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Viví en utah (sede de la iglesia) durante seis años e investigué y aprendí mucho sobre el funcionamiento de esta única y maravillosa iglesia. Me saqué un título de postgrado en la universidad de la iglesia, la universidad brigham young, la cual se está convirtiendo en una de las universidades más prestigiosas del mundo. Al ver la iglesia en general te puedo decir que no hay nada similar a esta organización en todo el mundo, no hay nada tan harmonioso y maravilloso y que contribuya con tanto bien a la humanidad. Se nota que Dios esta a la cabeza de esta iglesia y a medida que crece más y más, su nombre resonará en cada habitante del planeta.
Ya concluyendo, permíteme que te diga desde lo más profundo de mi corazón que tan cierto como que ahora estás escuchando mis palabras, yo sé que Dios vive y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la iglesia de Dios sobre la tierra. La iglesia está guiada por el Señor Jesucristo mismo a través de aquellos profetas vivientes que él ha llamado en nuestros días. El mundo está muy necesitado de este conocimiento tan maravilloso, que sin duda se va expandiéndose de manera imparable por toda la faz de la tierra.
Tengo muchos amigos en esta iglesia. Estos amigos en conjunto hablan más de 40 idiomas diferentes y viven en cada continente, en más de 40 países diferentes. Personalmente, conozco más de dos mil personas en esta iglesia que te dirían exactamente lo mismo que te digo yo ahora… Y hay millones de miembros que también te dirían lo mismo. Todos estos saben, de la misma manera que yo he llegado saber que estas cosas son verdaderas, y lo sabemos através de revelación personal que viene de Dios y gracias a nuestra asociación con la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Ahora, te quiero invitar a averiguar por ti mismo si lo que he compartido contigo es cierto o no. Si realmente quieres saberlo, lo sabrás, porque Dios ama a todos sus hijos por igual, y esto te incluye a ti y a tu familia. Él te revelará tal y como lo hizo conmigo, a través del Espíritu Santo que él vive y Jesucristo, el Señor, es su hijo amado, el Salvador del mundo, y que José Smith fue un verdadero profeta de Dios, y que por el poder de Dios sacó a la luz escrituras sagradas que apoyan y clarifican la sagrada Biblia.como parte de su profética misión, José Smith sacó a la luz el Libro de Mormón, otro testamento de Jesucristo y otras escrituras sagradas por medio de revelaciones de Dios. También fué instrumento en las manos del Señor para llevar a cabo la restauración de la autoridad y sacerdocio de Dios para dirigir su iglesia y bendecir a la humanidad. Visiones y manifestaciones celestiales y todo tipo de dones espirituales tuvieron lugar durante la restauración de la iglesia de Dios en estos días.
Sé que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a la que me siento muy, muy privilegiado de pertenecer, es sin duda el reino de Dios sobre la tierra.
Mi querido amigo o amiga que estas escuchando, que el Señor te bendiga a tí y a los tuyos, y que puedas encontrar paz en tu corazón. Ruego que no hagas como yo hice, pues mi razocicinio dió lugar a la discordia y rechazo en mi corazón varios meses antes de que fuera capaz de ablandar mi corazón y dejar que estas verdades tan preciosas fueran reveladas en mi vida y se convertiran en el motor y centro de mi vida. Nunca he hallado mayor dicha que servir en esta causa tan divina.
Ahora ya puedes decir que sabes algo correcto y cierto acerca de Dios y su iglesia sobre la tierra, algo cierto que viene de alguien que sabe muy bien que estas cosas son tal cual te las he explicado, sin mentira ni engaño ni malas intenciones. Cuando escuches comentarios negativos sobre la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de personas que no pertenecen a esta y/o buscan degradarla encontrarás siempre el mismo patrón: no hay amor en sus palabras, sino burla, temor, oscuridad y malas intenciones. Yo nunca he hablado o hablaré perniciosamente o con malicia de ninguna persona o ninguna religión, pues sé que todos tienen algo bueno que ofrecer. Y así te invito a que vengas a Cristo y aportes aquello bueno que ya tienes y ganes un mayor perferccionamiento en Cristo. En su divino nombre testifico de estas verdades y te extiendo esta invitación. Amen.
Con amor y gratitud,
Tu amigo, Joaquín Fenollar
PD. Si quieres aprender más visita la página web de la iglesia: www.mormon.org o www.lds.org o pregunta a los misioneros que recorren las calles de casi todas las ciudades del mundo.
Una Respuesta para “8 Años Buscando la Verdad”